La capacidad para bailar es una característica innata que se
lleva en los genes, según un estudio realizado en Israel sobre el ADN de 85
bailarines y de sus padres. Sin embargo, la inclinación genética al baile no
basta por si sola para convertir a una persona en un gran bailarín, ya que el
esfuerzo y la dedicación siguen siendo claves, incluso para aquellos que han
recibido biológicamente los genes del baile.
Según un equipo de investigadores del Scheinfeld Center for
Genetic Studies de laHebrew University de Israel, dirigidos por el profesor de psicología
Richard Ebstein, los bailarines tienden a poseer variantes de dos genes
relacionados con la transmisión de información entre las células nerviosas.
Genes que predisponen tu capacidad para bailar
Uno de los genes se encarga del transporte de laserotonina,
que es una sustancia que actúa sobre todo como neurotransmisor y que también
ejerce una influencia en nuestra función del sueño, en los estados de ánimo,
las emociones y los estados depresivos.
El otro gen es un receptor de la hormona llamada
vasopresina, que produce el hipotálamo y que parece estar relacionada con la
capacidad para relacionarnos socialmente.
En el origen del individuo… y de la especie
La danza es una forma de arte, que consiste en el movimiento
del cuerpo al ritmo de la música o sin ella. El hecho de que exista en todas
las culturas humanas desde tiempos inmemoriales, los primeros antecedentes
aparecen reflejados en las pinturas rupestres, ha llevado a pensar que es una
característica humana que se ha derivado del reino animal, en el que ya se dan
los bailes de cortejo en algunas especies.
Las evidencias del estudio de Ebstein señalan, además, que
algunos individuos nacen con una predisposición a determinadas capacidades y
talentos. La revista PLosGenetics publicó a finales de 2005 los resultados de
dicho estudio.
Ebstein y sus colegas examinaron el ADN de 85 bailarines y
de sus padres. Asimismo, también estudiaron muestras genéticas de 91 atletas de
competición, así como los de 872 personas que no bailaban ni hacían deporte con
regularidad.
Comparando la estructura genética de ambos grupos,
descubrieron que los bailarines tenían una predisposición genética mayor para
el talento musical, la coordinación de sus miembros, y el sentido del ritmo,
que el resto de las personas estudiadas.
Sin embargo, lo más importante de este estudio es que ha
descubierto que los genes asociados a la capacidad de bailar están estrechamente
relacionados con el lado emocional de la danza, esto es, con la necesidad
humana de comunicarse con otras personas, lo que les lleva a sentir el baile
como una forma casi espiritual de relación con los demás.
Innato, pero no regalado
Los autores de esta investigación consideran que muchas
personas pueden poseer las variantes genéticas encontradas en los bailarines, y
no por eso convertirse en bailarines profesionales: el talento debe explotarse
para que se desarrolle. Sucedería algo similar a lo que ocurre con la
inteligencia: se puede ser extremadamente listo de nacimiento, pero sólo una
buena educación podría potenciar esa capacidad.
Esto quiere decir que los genes predisponen, pero no
determinan. De hecho, personas que no tienen los “genes del baile” pueden
dedicarse a bailar profesionalmente, a base de entrenamiento. Sin embargo,
parece demostrado que la aptitud, la propensión y la necesidad de bailar si
pudiera tener su origen, al menos parcialmente, en los genes.
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